Las esperadas memorias del músico,
intérprete, compositor y escritor argentino
Así comienza: «De niño conocí el olor de la muerte». Y así (lógicamente) termina:
«Continuará…». En el medio, cuatrocientas páginas de memorias cuyo etiquetado frontal
debiera advertir: altas en emoción, agudísimas en cultura pop, refinadas, bestiales,
amorosas, explícitas.
Fito Páez pasó el encierro pandémico recordando y escribiendo, repasando y puliendo
episodios, ajustando cuentas y desarreglando todo lo demás, en un ejercicio de
introspección al que la palabra «prodigioso» le queda pintada.
De la infancia rosarina narrada en un travelling virtuoso al apogeo de su juventud con la
locura de El amor después del amor, el recorrido es, como los mejores caminos, largo y
sinuoso. Infinidad de escenarios, nombres, lugares, anécdotas, homenajes, viajes,
borracheras… y la tragedia y el amor marcando el ritmo de un relato que parece rapsodia:
una suma de partes que hace de este libro de memorias una larga canción perfecta.
Libros Cúpula edita este libro, que una es obra de la voluntad inquebrantable de Nacho Iraola. Hacía tiempo que me
venía insistiendo con la idea de escribir un libro autobiográfico. Nada más lejos de mis
deseos en aquellos años prepandémicos. «Nacho, por favor, ¿quién podría tener ganas
de ponerse a revisar su propia vida? Nadie en el uso de sus cabales». Rezongaba contra
la casi sicopática insistencia de Nacho, que más que un editor parecía un cortejante. Con
infinita paciencia, él iba horadando la piedra ante mis rotundas y permanentes
negativas.
El 12 de marzo de 2020 se suspendió el primer concierto de La conquista del espacio, en
Rosario, y el mundo que conocíamos los argentinos empezaba a irse por la borda.
La suerte de dos duchas y dos comidas al día, más ponérsela cada cinco noches entre
alcoholes y zooms con gente querida y algunos exóticos desconocidos, hizo de aquel
tiempo una extraña temporada en una niebla demente. El tiempo libre y la
desesperación fueron el terreno donde se abonó este libro. Ahora no tenía
argumentos para escaparme de mi insistente editor planetario.
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