Por Jorge Troule
Sinopsis | Eth Hiru es una pequeña población del valle de Arán próxima
a Francia. Marcos, un forastero, aterriza en él cuando ETA declara su alto el
fuego unilateral e irreversible. Un día, en el bar del pueblo, que es su centro
social, Marcos coincide con el teniente de la Guardia Civil Antonio Muñiz, jefe
del puesto, y cree reconocer su voz, lo que le llevará a revivir su pasado. La
estancia del recién llegado a esa pequeña localidad rural coincide
con una escalada de tensión entre sus pobladores, en la que afloran rencillas
que dan paso al deseo de venganza y a la violencia. La aparente paz de ese
enclave idílico
se ve perturbada y todos se preguntan quién es el forastero y a qué ha venido.
Cazadores en la nieve es una novela negra telúrica que brota de las entrañas de la tierra y tiene como escenario el ámbito rural y, como trasfondo, el terrorismo, la lucha antiterrorista y sus abusos en uno de los enclaves más espectaculares y bellos de España que el autor conoce bien por vivir allí: el valle de Arán. Paisaje y trama se entrelazan en este thriller vigoroso y crudo en el que los personajes arrastran su dolor y buscan redimir su pasado.
Cazadores en la nieve es una novela negra telúrica que brota de las entrañas de la tierra y tiene como escenario el ámbito rural y, como trasfondo, el terrorismo, la lucha antiterrorista y sus abusos en uno de los enclaves más espectaculares y bellos de España que el autor conoce bien por vivir allí: el valle de Arán. Paisaje y trama se entrelazan en este thriller vigoroso y crudo en el que los personajes arrastran su dolor y buscan redimir su pasado.
Reseña | El incombustible reloj del tiempo se hace cómplice del
olvido arrojando las vivencias a un abismo lóbrego e insondable, en cuya caída
sus formas se hacen más lejanas, más pequeñas, más borrosas, hasta que, por más
ruido que haga el recuerdo, termina desapareciendo. O al menos, en ello creemos
con frecuencia.
No es del todo cierto, afirmo ahora. Aquellas sensaciones
intensas impregnadas en el alma con la tinta negra del dolor, el dolor inmaterial
más cruel conocido, no ese que te hace daño, no, sino aquel que nos acongoja
tal que si se tratara de un tumor que brota en el mismísimo ánima, para hacer
metástasis desde sus más profundas entrañas de tal manera que se revela como un
poder endiablado, donde la eternidad se manifiesta en vida en cada segundo que
nuestra mente se flagela lacerante a cada impulso que le llega del corazón. Un
corazón que late para olvidar y para recordar, para reflexionar y para vengar,
confundido, perturbado por la huella del recuerdo: Suzanne. Una rubia de senos
redondos y turgentes, de fuertes piernas y tejanos ceñidos y gastados,
pensamiento que le corrompe indefectiblemente con cada nota sonante de la
melancólica composición musical de Leonard Cohen cuyo título lleva por nombre
la chica. Este recuerdo atormenta a Marcos en el pueblo de Eth Hiru, en el
Valle de Arán, donde se instala con el único propósito de “ver crecer la
hierba”.
Una promesa de paz interior y reposo espiritual para olvidar
viejas incursiones guerrilleras en la Euskadi asediada por el terrorismo
revolucionario. Si bien su descanso transcurre condicionado por ese recuerdo
que no deja de atormentarle, y la interacción en un entorno tan íntimo, con la
permanente presencia del Teniente de la Guardia Civil, jefe del puesto del
Valle de Arán.
Y sumergido en el periplo pirenaico de Marcos, siento como
sopla el aire húmedo del norte bajo el techo de mi salón con cada página que
avanzo en este fenomenal volumen en rústica. Un lugar bello, idílico. Un recorrido
de colores, aromas de la naturaleza y “mierda blanca”, como así la llaman, que
marcan la particular vida sus habitantes donde las miserias personales son
grandes noticias y la apacible e incluso apetecible vida comienza a tornarse
turbia en una escalada de tensión en la que esta apasionante pesadilla te hará
cómplice del bien y del mal. Tengan a mano una manta gruesa y activen todos sus
sentidos porque se la van a creer.
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