DOS MUJERES, UN HOMBRE Y EL DESTINO
Amores, engaños, vicios y corruptelas desfilan por "Dios no tiene tiempo libre", una novela teñida de una fina ironía con la que Lucía Etxebarria hace testigo al lector de una historia de finales, pero a la vez de comienzos, de las vueltas que da la vida, de las vidas que el destino entrecruza. | Por Cristina Hernández.
La mujer del corrupto... ¿es tonta o se lo hace? Lucía Etxebarria vuelve a poner el dedo en la llaga. Bajo una trama de amor y lujo late una caústica crítica social. Una historia trepidante en la que nada es lo que parece. Hay que leer a la Etxebarria. Nunca deja indiferente Esta es una historia de intriga, de poder, de sexo, de amor y de humor. Esta es una historia sobre lo que pudo ser y no fue, sobre lo que dejamos escapar en la lucha por conseguir algo mejor que quizá no lo fue tanto.
David, un actor que lo tuvo todo y lo perdió todo, recibe un encargo inesperado: visitar a Elena, que fue su novia de juventud, más tarde malcasada con un político corrupto, y que a día de hoy agoniza en una habitación de hospital. El encargo se lo hace Alexia, prima de Elena, millonaria cuya fortuna proviene de las inversiones inmobiliarias más o menos oscuras de su enmarido. El reencuentro y las conversaciones entre David y Elena suponen un debate entre lo ético y lo estético, entre lo correcto y lo ideal. Y el cruce de seducción, engaño, mentiras y traiciones entre el trío David-Elena-Alexia saca a la luz lo mejor y lo peor de cada uno.
Esta novela analiza los mecanismos de la corrupción desde lo particular a lo general, desde las pequeñas corruptelas del día a día hasta las grandes tramas políticas. Pero habla sobre todo de amor, de redención, de la capacidad de elegir o de decir no. Y lo cuenta en una trama vertiginosa, llena de giros imprevistos y escrita con un lenguaje cargado a la vez de poesía e ironía. Llorarás, te reirás, te excitarás y te escandalizarás. Y no podrás dejar de leerlo.
El último libro de Lucía Etxebarria convierte un triángulo amoroso en el circuito a través del cual el amor, las mentiras, las apariencias, los vicios y la corrupción se dan cita en unas páginas teñidas de la más fina ironía, de un notable humor negro que complementa la calidad narrativa de su autora. Dos mujeres, un hombre y esas cosas del destino tienen cabida en esta pieza, compartida antes sobre un escenario que impresa en papel, que arranca con una cita en el madrileño Café Gijón, el escenario en el que se que presenta el cruce de seducción, engaños, mentiras y traiciones entre Alexia, David y Elena, capaces todos de hacer aflorar lo mejor y peor de cada uno.
A modo de retrato social y político, este acertijo amoroso sirve de mecanismo para sumergir al lector en una lectura en el que de lo particular a lo general sirve para ejemplificar la hipocresía que mueve a muchos, a su vez tachada de pecado moral y de valiosa virtud política. Las mentiras de estos tres personajes les servirán para vivir unas vidas a las que el destino les deparará un gran giro cuando les era imposible avistar un positivo futuro. Y es que, las falsedades acometidas en tiempos pasados no les han servido más que para sufrir engañados por sí mismos. Todo vaso se colma y toda verdad sale a la luz, quizás cuando lo peor parece estar por llegar. Y esto ocurre en "Dios no tiene tiempo libre", en esta historia de nuevos comienzos inesperados en el que la visita de David, un actor nada bien avenido, a Elena, una antigua y olvidada novia de juventud, al hospital en el que ella pasa sus últimos días servirá para marcar un punto de inflexión sobre sus vidas. Un reencuentro posible por Alexia, prima millonaria de Elena, quien encarga a cambio de dinero que aporte felicidad a la agonía de esta.
Amores fingidos, sentimentalismos maquillados, primeras impresiones, la capacidad elegir lo correcto, la posibilidad de una nueva vida o el poder sacar partido a un divorcio doloroso desfilan también por esta historia en la que un perdedor verá cambiada su suerte, el de una afortunada millonaria cuyo camino parece llevarla a perderlo todo y el de una mujer dada por perdida que se verá sorprendida por el giro de su destino. Bajo un lenguaje con el que Lucía Etxebarria da rienda suelta a su personalista narrativa, a ese fino toque irónico tan sobresaliente con el que da forma a una ficción en la que se plantean cuestiones tan reales como los enfrentamientos de lo ético frente a lo estético o lo correcto frente a lo ideal. Un retrato de una sociedad en la que las carencias afectivas, el poder cegador del dinero y la corrupción configuran este ácido triángulo amoroso.
A modo de retrato social y político, este acertijo amoroso sirve de mecanismo para sumergir al lector en una lectura en el que de lo particular a lo general sirve para ejemplificar la hipocresía que mueve a muchos, a su vez tachada de pecado moral y de valiosa virtud política. Las mentiras de estos tres personajes les servirán para vivir unas vidas a las que el destino les deparará un gran giro cuando les era imposible avistar un positivo futuro. Y es que, las falsedades acometidas en tiempos pasados no les han servido más que para sufrir engañados por sí mismos. Todo vaso se colma y toda verdad sale a la luz, quizás cuando lo peor parece estar por llegar. Y esto ocurre en "Dios no tiene tiempo libre", en esta historia de nuevos comienzos inesperados en el que la visita de David, un actor nada bien avenido, a Elena, una antigua y olvidada novia de juventud, al hospital en el que ella pasa sus últimos días servirá para marcar un punto de inflexión sobre sus vidas. Un reencuentro posible por Alexia, prima millonaria de Elena, quien encarga a cambio de dinero que aporte felicidad a la agonía de esta.
Amores fingidos, sentimentalismos maquillados, primeras impresiones, la capacidad elegir lo correcto, la posibilidad de una nueva vida o el poder sacar partido a un divorcio doloroso desfilan también por esta historia en la que un perdedor verá cambiada su suerte, el de una afortunada millonaria cuyo camino parece llevarla a perderlo todo y el de una mujer dada por perdida que se verá sorprendida por el giro de su destino. Bajo un lenguaje con el que Lucía Etxebarria da rienda suelta a su personalista narrativa, a ese fino toque irónico tan sobresaliente con el que da forma a una ficción en la que se plantean cuestiones tan reales como los enfrentamientos de lo ético frente a lo estético o lo correcto frente a lo ideal. Un retrato de una sociedad en la que las carencias afectivas, el poder cegador del dinero y la corrupción configuran este ácido triángulo amoroso.
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